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Naranjas para el bajón

Pedro Paramount

Fue a mediados de los '90 que un amigo - muy querido y talentoso él, músico "aurático" en sentido benjaminiano - compuso aquella copla popular que sirve de título a las presentes lamentaciones. Concisa, la recuerdo salticando en un ritmo untuoso, atípico para el rock duro. La estrofa estaba compuesta por un fisiológico transpiro por el calor, seguido de un más frutado llevamo' naranja para el bajón. (Dame un limón había sentado las bases para el fecundo vínculo intimista que varias bandas venían mantiendo y mantendrían con el inmarcesible reino de los cítricos)


Luego de una temporada en el tenue, diferido infierno urbano de Medellín, hube de regresar al árido, de presunción cosmopolita infierno panameño, donde dentro poco habré completado diez años de vida y de cierto tratamiento ambulatorio que, en el pentagrama de la mencionada canción, podría denominarse gustito a loquito. Leer, leer, leer y entretanto que las velas ardan.


Acabadito de llegar, leí una entrevista a Eduardo Sacheri, escritor de quien me siento más cercano por el viejo adagio "un colorado atrás de otro colorado" que por sus exitosos libros. Conozco su obra por la declaraciones que suele dar a la prensa, siempre jugosas y casi siempre extraliterarias. Sacheri manifestó hace poco que su vida sería más fácil si no le importase tanto Independiente. Imposible no coincidir. Al parecer, el fútbol ha sumado una nueva y grave patología a su convalecencia de pronóstico reservado; ambos la hemos sufrido en carne propia, dos veces en una semana-calendario. Se trata del VAR.


Muy orondos, los monjes negros de la redonda pretenden hacernos pasar del bandolerismo plutocrático-dirigencial a un higienismo a rastras de la panacea tecnológica, que con su ojo polifemo que todo lo ve, todo lo cura. Pasar a las malas. Contra lo que se supone que creamos que buscan, "dan el paso adelante" y "quedan enganchados" en procedimientos inquisitivos, impensables para sus propias lógicas turbias: un gargajo al rival o decirle, como el paragua (QEPD) Cabañas a Ruggieri, qué tetas tiene tu hija, no sabés como me la cojo, puto, merece el máximo rigor; y a llorar a la iglesia, porque habrá sido vigilanteado desde un panóptico que honraría la memoria de Sir Jeremías Bentham.


A nadie se le escapa que el engañapichanga de los sistemas omnicomprensivos basados en grados crecientes de abstracción -que tabican hoy la vida en general - tiene un indisociable correlato, el triunfo de la incomprensión más afligente y sosa. Que en un contexto de hiperconexión la interacción vaya ganando en flujos de rispideces y apelemos al "dejarnos en visto" como estrategia comunicativa, no son datos para cerrar filas con el optimismo. Por caso, el reciente Mobile World Congress concluyó que, en lo sucesivo, asistiremos a un considerable incremento de la inteligencia artificial en lo que respecta a teléfonía móvil de última generación. ¿Cómo procede esta inteligencia? Los aparatos van familiarizándose con nuestra rutina, con nuestras preferencias. Nos "comprenden", y toman algunas decisiones por nosotros. Es, de acuerdo a los especialistas, para mejorar el rendimiento (¿de?)


Después del doble perjuicio ocasionado al Club Atlético Independiente por el altisonante Video Assistant Referee (VAR), me aboqué a la tarea de neutralizar cualquier update de deportes proveniente de la Argentina. Sin embargo, la noticia vino por el lado menos esperado. Acaso comprendiendo la aflicción que yo sentía, mi teléfono móvil especuló sobre lo inocuas que resultarían para mí las noticias deportivas del Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, periódico que leo bastante a menudo, aunque no esa sección en particular.

La noticia: el gordo Lefont, cubano que ostenta varios récords mundiales - cantidad de toques de un esférico dentro de una piscina (1513), distancia recorrida con un balón en la frente dentro del agua (200 metros), etc- ha logrado la proeza de mantener durante 15 minutos y dos segundos un balón de fútbol sobre su cabeza mientras flotaba en el agua


Será el síndrome de la mañana posterior a una final perdida (arltiano cóctel explosivo de machismo, sexismo, misoginia, clasismo y racismo), pero lo que es yo, me declaro incapaz de aquilatar esas significativas marcas alcanzadas por el cubano. ¿Y la gorda Lafond de Hurlingham, entonces? De gorda barril sin fond en la primaria, a que en la secundaria varias divisiones de rugby "la fondearan" - expresión que hizo época -, su fuerte también eran las "pelotas paradas".


Kilómetros de japi le permitieron a la gorda Lafond destacarse en el "helado invertido", vale decir, en el ars magna de sostener con la boca, no con la frente, no una, sino dos bolas; engullirlas desde abajo sosteniendo bien firme el cucurucho para, un buen rato después, lastrárselo entero, amasando los esféricos con perita mano cóncava.


Lástima que semejantes destrezas le valieran no pocos sobrenombres mortificantes, odiosos todos, del tipo colectivo lleno, el 60 a las seis de la tarde, etc, etc. Una virtud puede ser motivo de mofa, eso es sabido.


Tal vez no un Guiness, pero sus minutos de deglución hasta el atragantamiento, se dice, eran para el podio. Tein poder, tein poder, Carito tein.





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